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Cuba: memorias de una periodista

Por: Cecilia Portella Morote

Tenía que ser un lugar especial para generar el encuentro.

Un lugar que reuniera en sí mismo, un clima cálido y abierto al jolgorio.  Un clima que refresque con eventuales chapuzones y que de pronto aclare el día o la tarde, como para un refrescante mojito en la mesa.

Tenía que ser un lugar en los que sus diversos atractivos se multiplicaran, para presentarse en abanico de colores, costumbres y formatos: Playas, historia, cayos, gente, gastronomía, pero sobretodo una inmensa posibilidad de pasarla bien, siempre, cada día.

Un evento de turismo, en el que la organización estuvo impecable.  El Ministerio de Cultura; junto a sus aliados, que se encargaron de ABSOLUTAMENTE todo; nos presentó más que un destino turístico, el lugar ideal para encontrarse y reencontrarse.

Escribo en memoria de un grato recuerdo, donde casi 130 periodistas de 35 países asistimos a una de las ferias mejor realizadas en su género: la Edición 35 de la FIT CUBA, que nos recibió inicialmente en el Hotel  H10 Panorama, en una exclusiva zona de La Habana, luego llegamos a Cayo Coco  con sus playas cristalinas, su clima cálido, su gente alegre y un sinfín de atractivos por ofrecer al visitante.  Este fue el escenario perfecto en donde se  congregaron agencias de viaje, operadores turísticos y representantes de empresas de servicios turísticos de toda Cuba, que desde días antes de la feria fueron preparando el ambiente en el maravilloso recinto que nos acogió: Hotel Meliá Jardines del Rey.

La comodidad, el lujo y excelente servicio desplegado por cada uno de los trabajadores del mencionado hotel, hicieron que fuera un verdadero placer estar hospedados allí.  Sus escenarios naturales calzaban perfectamente con los modernos edificios, bungalós y ambientes de usos diversos.

Los guías y orientadores de Viajes Cubanacán, nuestro primer contacto, que conforman una empresa dedicada al turismo en toda Cuba, nos hicieron sentir como en casa.  Pronto los hombres y mujeres de prensa ataviados de cámaras filmadoras, fotográficas, alguna que otra anotación y la esencia misma de saberse periodistas, comenzábamos a romper los esterotipados silencios; el ambiente, la música acompañante y la calidez de los anfitriones hacían más natural todo tipo de contacto.

Aquí hablo del destino, pero sobretodo de la experiencia.  Encontrarse en un lugar con colegas de diferentes nacionalidades es realmente una experiencia en modo superlativo.  Todos teníamos algo, qué contar, qué compartir, qué comunicar, respecto a nuestros países de origen.

Colombianas, venezolanos, mexicanos, uruguayos, españoles, argentinos y peruanos, ya íbamos departiendo y conociendo un poco de nuestros países y culturas, con pequeños detalles, con conversaciones y acentos diversos, con un mate pasando de mano en mano o un caramelo de picantísimo chile desenvolviéndose a cada instante.

Cuba nos dio la oportunidad de hacerlo.  La calidez de sus anfitriones, la música como parte fundamental de cada escenario visitado, las explicaciones históricas, anecdóticas, comparativas, y la cotidiana y festiva atención desplegada para con cada uno de nosotros, marcaba el día, caracterizaba la tarde y perennizaba la noche.

Atravesamos varias horas en cómodos buses adecuados para la labor turística, casi gran parte del nororiente de la isla.  Los Cayos Coco, Guillermo y Santa María albergaron a la prensa internacional, quienes  posteriormente visitamos las ciudades de Santiago de Cuba, Holguín y Camagüey.  Estos buses se convirtieron en nuestros puntos de encuentro.  Al principio íbamos juntos Marco y yo, los dos periodistas peruanos, al segundo día, lo edificante era compartir con los demás y darnos la oportunidad de conocerlos a todos… Gratos recuerdos de un trayecto y nuevas amistades que iban naciendo.

Profesionales de la radio, prensa escrita y televisión de habla hispana, de Brasil, Canadá; Europa, Oceanía y Asia, experimentamos una mezcla de tradición, fiesta general, confort y mucha, pero mucha amabilidad; ese era el coctel que los invitados bebimos a diario, durante estos 13 días de interminable experiencia subyugante.  Desde el recibimiento en cada hotel, restaurante, recreo, instalación o playa; la fiesta era el denominador común.  La música y el baile dibujaban más de una sonrisa en los colegas, que contagiados por el ritmo de Chan Chan o de algún son conocido, disparábamos flashes a ese mismo ritmo.

Los 5 buses de Transtur, que fueron los que nos movilizaron, se convertían en lugares de encuentro diario.  Además de haber estado alojados en hoteles de primer nivel, en medio del confort, de la modernidad, de las playas, y de las gratas conversaciones con Sammy, mi joven compañera de habitación durante los tres primeros días, y con quien ensayaba mi portuñol mal hablado; las experiencias vividas en los buses que nos transportaron por casi todo el nororiente cubano, forman parte de este gratísimo recuerdo.

Recuerdo que nos ha dejado bellísimas amistades, que nacieron en La Habana, pasando por Cayo Coco, el principal eje de la zona, la cuarta isla en extensión del archipiélago cubano, con 370 kilómetros cuadrados y 22 kilómetros de playa.  Cómo olvidar la experiencia en el mar cristalino que nos permitió, además de estrechar lazos, maravillarnos con los colores de su flora y de su fauna, de estrellas de mar y corales a lo largo de toda su extensión.

Cuba, maravillosa Cuba, eres tuya, autóctona, propia, indiscutiblemente histórica… Pero también eres del mundo, de los ciudadanos del mundo, que volteamos a mirarte una y otra vez, para reencontrarnos contigo y con tus recuerdos.