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Pisco Puro Jita sabe a tradición familiar

Por: Cecilia Portella Morote

 

De padres a hijos, a nietos, a bisnietos… Ya van 4 generaciones en la familia Vicente, del anexo de Jita, muy cerca de Lunahuaná, y la tradición, por ventura, continúa y sigue cosechando historias. Me bastó sentarme a compartir con ellos una mañana soleada de verano, y un sinfín de historias, comenzaron a agolparse en la conversación tan llena de tradiciones, anécdotas y costumbres, que giran, hasta hoy, alrededor de esta familia.

Desde ya, llegar y encontrarse en el pasaje José del Carmen 219, que es el ingreso a la casa huerta, donde vive gran parte de la familia, y ésta, cada cual, con sus propias familias, es adentrarse en la intimidad de las uvas convertidas en destilado. Es gratificante percibir el cuidado y el fervor de la familia, personificada en Rossmery Vicente, quien ha tomado entre sus manos la responsabilidad de preservar el legado familiar.

No solo destilados, también vinos, y para consumo familiar, en ocasiones festivas, la cotizada cachina, son los productos artesanales de los Vicente, quienes, respetuosos de las costumbres que los caracterizan hace ya varias décadas, empiezan cada celebración pagando a la tierra, con un chorrito del producto que se va a consumir.

Varias botijas añejas de cachina esperan en un rincón de la casa, remodelada recientemente, para ser abiertas y cumplir con el fervoroso ritual del pago a la tierra y a la veneración de los ancestros, que se cuentan entre bisabuelos, abuelos, tíos abuelos y  la madre de Rossmery, doña Narcisa, quien  es recordada con profundo fervor por su esposo, don Rubén, un generoso y amable hombre, hermano mayor de la familia y padre de Rosmery.

La experiencia de conocer el Fundo El Molino, muy próximo a la casa, me inspiró sentimientos de gratitud por la generosidad y productividad de la tierra, las uvas tipo borgoña invadían en aroma, toda la extensión del terreno. “Sembramos uvas borgoña y uvina, además de ciruelas, y sabemos que, tanto desde la preparación de la tierra hasta la cosecha, es importante la participación de la familia. Es una costumbre que nos fue inculcada y nosotros la seguimos poniendo en práctica con nuestros hijos”, nos cuenta Rossmery mientras nos muestra los surcos trabajados por donde discurre el agua que alimenta las vides. “El riego, el cuidado de la tierra y la curación de las plantas, son absolutamente naturales, usamos compost orgánico, utilizamos el agua de manera encausada, y cosechamos reutilizando ramas y frutos maduros, en la alimentación de la tierra”, complementa la información.

Para quienes apreciamos en la naturaleza, los dones de la tierra y en el corazón de las personas, la gratuidad del alma, debo decir que la experiencia con la familia Vicente, fue mucho más que una simple visita a uno de los lugares más productivos de pisco. Desde la cocina, con las señoras de la familia, preparando una humeante y deliciosa sopa chola, los momentos de pago a la tierra, con vino, con cachina y con pisco, el recuerdo de los familiares y las historias alrededor de ellos, conmovió los trazos de mis letras.

La cultura del pisco, evidencia sin duda alguna, una historia de trabajo, de sacrificio, pero también de mucha satisfacción. En el espíritu de nuestro destilado las historias van y vienen, se entrecruzan en algún momento y luego los desenlaces toman rumbos diferentes. El Pisco Puro Jita, sin duda tiene un destino de éxito, no puede marcarse de otro modo en la historia, porque es portador de tradición, del trabajo de una familia y de la pasión de Rossmery su actual inspiradora, heredera natural de la artesanal forma de hacer un pisco de calidad.

 

PEDIDOS: 989195207 (Rossmery Vicente)