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Blancos, Tintos y Rosados: tonalidades que se deslizan en una copa

Por: Cecilia Portella Morote

Si pretendiera escribir un artículo explicando por qué hay vinos de diferentes matices y tonalidades, tendría que acudir a más de uno de los sommelier que conozco o sin ir muy lejos, de repente llamaría a algún periodista especializado en temas enogastronómicos para que despejen las dudas y respondan con autoridad sobre el tema.

Sin embargo lo mío es más simple, me inspiro sin mayor ciencia que la que dicta mi gusto y el resto de mis sentidos frente a una copa de vino, y en ello no hay juicio que pueda contraponerse, porque eso hace el vino, te habla desde que lo miras, se expresa con su color, con su sabor, con sus aromas volátiles y también con los que quedan marcados en tu verdadero gusto.

La experiencia es genuina, el encuentro es personal, cada quien tendrá la suya, frente a una copa de vino.

El internet nos dicta algunas consideraciones para tomar en cuenta en esta experiencia y nos dice que “los responsables del color definitivo de un vino son los polifenoles, que se dividen a su vez en antocianos y taninos: Los antocianos se encuentran en la pulpa y sobre todo en la piel de las uvas. Estos son los causantes del color definitivo del vino tinto. Los taninos se encuentran en piel, pepitas y raspón«.

Nos dice además que los factores que influyen en el color final del vino tinto, por ejemplo, son «la variedad de la uva, las características de la añada, el clima y el proceso de vinificación; la conservación, especialmente la temperatura y finalmente, la luz”. Para ciencia, basta y sobra

Para nosotros la experiencia es más simple, más personal, un tú a tú de cualquier tarde; las tonalidades de los vinos son pinceladas de color que evocan un sinfín de sensaciones. Desde el profundo y enigmático rojo rubí de un vino tinto intenso, hasta el delicado y seductor rosa pálido de un vino rosado, cada tonalidad tiene su propia historia que contar.

Los vinos tintos, blancos y rosados se diferencian principalmente por el tipo de uvas utilizadas y el proceso de vinificación empleado.

Los vinos tintos se elaboran con uvas de piel oscura y se fermentan junto con las pieles y las semillas durante un período prolongado. Esto permite que el color, los taninos y los aromas se extraigan de la piel de las uvas. Los tintos suelen tener un sabor más rico y complejo, con una variedad de matices que van desde frutos oscuros hasta notas terrosas.

Los vinos blancos se elaboran con uvas de piel clara o uvas tintas que se prensan rápidamente y se separan de las pieles antes de la fermentación. Esto permite que el mosto de uva fermente sin la presencia de pigmentos oscuros. Los blancos suelen ser más ligeros y refrescantes, con sabores frutales y florales más sutiles.

Los vinos rosados, a veces llamados «blush» o «rosé», se elaboran con uvas de piel oscura, pero el tiempo de fermentación junto con las pieles es mucho más corto en comparación con los tintos. Durante este tiempo breve, se extrae un poco de color de la piel de las uvas, lo que resulta en un tono rosado. Los rosados pueden tener una amplia gama de perfiles de sabor, desde secos y afrutados hasta más dulces y con cuerpo.

Es importante tener en cuenta que el color del vino no siempre es indicativo del sabor, ya que hay muchos otros factores que influyen, como el tipo de uva, el clima, la región vitivinícola y las técnicas de vinificación utilizadas. Cada tipo de vino tiene su propio atractivo y maridaje recomendado, lo que hace que la diversidad de opciones sea parte del encanto del mundo del vino.

Comencemos nuestro viaje cromático en el mundo de los tintos. El vino tinto, con su rango diverso de tonalidades, ofrece una gama de colores que reflejan la personalidad y el carácter de la uva utilizada. Un tinto joven y fresco puede presentar un rojo cereza brillante, vibrante y lleno de vida. A medida que el vino madura, su color puede evolucionar hacia un rojo más profundo, con destellos violáceos en su juventud y matices granates a medida que envejece. Algunos tintos más concentrados y poderosos, como los de cuerpo completo, exhiben un intenso color rojo oscuro, casi opaco, que promete una experiencia gustativa llena de complejidad y sabores seductores.

Mientras tanto, en la paleta de los vinos blancos, encontramos tonalidades que transmiten frescura, luminosidad y elegancia. Los blancos jóvenes suelen tener un color amarillo pálido, a veces con matices verdosos, como un rayo de sol que se cuela a través de las hojas de la vid. A medida que los blancos envejecen, su color puede evolucionar hacia tonalidades doradas, recordándonos la luz del atardecer. Algunos blancos más estructurados y con crianza en barrica adquieren un tono dorado más profundo, añadiendo una dimensión adicional a su carácter y personalidad.

Pero no debemos olvidarnos de los vinos rosados, que se presentan como un delicado equilibrio entre la alegría de los vinos blancos y la intensidad de los tintos. Sus tonalidades rosadas, que van desde un rosa pálido hasta un rosa fresa más intenso, son un encanto para la vista. Un rosado claro nos sugiere frescura, juventud y vitalidad, mientras que uno más profundo nos invita a explorar un mundo de sabores sutiles y alegres.

Cada tonalidad de vino cuenta una historia única y nos invita a descubrir una experiencia sensorial diferente. Detrás de cada color hay un proceso de vinificación cuidadoso, un terroir específico y una variedad de uvas que contribuyen a la magia en la copa. Ya sea que te inclines por el apasionante rojo de un tinto, la elegancia del blanco o la sofisticación del rosado, el mundo del vino te espera con su paleta de colores y sabores, listo para revelar sus secretos en cada sorbo.

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